El Monitor de Barrios Populares analiza desde el territorio los bienes y servicios que brinda el Estado a los sectores más vulnerables, así como la forma en que dichos recursos se integran al proceso de desarrollo de los individuos.
Un documento escrito por el Instituto Universitario CIAS junto con Fundar.
Ilustración: Micaela Nanni
El primer informe publicado hizo énfasis en la actividad de cuidado realizada por las familias, dando cuenta de los desafíos que enfrentan en la crianza de sus hijos e hijas. Este nuevo informe aborda cómo los jóvenes de barrios populares viven la transición hacia la autonomía y se integran a la vida social, explorando los déficits de ese proceso, los recursos disponibles, sus trayectorias familiares y su percepción sobre los bienes y servicios públicos.
En un contexto de empobrecimiento de la población, los datos provistos por el INDEC para el primer semestre de 2024 reflejan que la población entre 15 y 29 años es de las más afectadas por este fenómeno, alcanzando al 60,7%.
Para comprender la realidad que viven los jóvenes de barrios populares y las dificultades que enfrentan en su camino hacia la adultez, este trabajo, utiliza una base de datos original de 601 casos, construida a partir de una encuesta realizada entre julio y septiembre de 2024 a jóvenes de 16 a 24 años en seis barrios populares del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA): Kilómetro 13, ubicado en Quilmes Oeste; Villa Mitre y San Ambrosio, en San Miguel; Ejército de los Andes —conocido como Fuerte Apache—, en Tres de Febrero, y Ciudad Oculta y Playón de Chacarita, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). El tamaño de la muestra fue determinado considerando el universo de personas residentes en los barrios populares analizados, aplicando un margen de error del 7% y un nivel de confianza del 95%. A su vez, este estudio incorpora material cualitativo proveniente de 48 entrevistas en profundidad realizadas a jóvenes de la misma muestra, así como datos de la encuesta a responsables de cuidado en barrios populares realizada en el año 2023.
Los hallazgos de esta investigación muestran que la escalera de ascenso social para los jóvenes de barrios populares del AMBA está rota. Esto se debe a la persistencia de mecanismos que trasladan y amplifican las condiciones iniciales deficientes a medida que transitan hacia la vida adulta. Entre estos mecanismos, destacan el bajo capital familiar, la segregación territorial y la falta de oportunidades laborales, todo ello en un contexto marcado por condiciones severas de pobreza y entornos con grandes desventajas. En este escenario, las oportunidades para alcanzar un mayor bienestar económico y social se reducen progresivamente, afectando las expectativas, que son el motor que conecta las acciones presentes con los proyectos a largo plazo.
En el ámbito familiar, se evidencia un panorama de “familias estalladas”: la restricción de ingresos obliga a muchos jóvenes a abandonar la escuela para empezar a trabajar y contribuir a la economía del hogar. Esta dinámica es aún más pronunciada en los hogares monoparentales, acelerando tanto el abandono escolar como la salida temprana del hogar por parte de los jóvenes.
La realidad de los barrios populares se encuentra atravesada por la segregación, la cual se manifiesta en las interacciones y los círculos de pertenencia de los jóvenes. Los resultados de la encuesta señalan que las limitaciones para establecer nexos por fuera del barrio y con pares de otros niveles socioeconómicos reduce el horizonte de oportunidades de los encuestados.
El ascenso social para esta población se asemeja a un camino tortuoso por una escalera a la que le han quitado varios escalones. Hace tiempo que quedó atrás la Argentina de la movilidad social ascendente y de una amplia clase media trabajadora. En este escenario, los jóvenes de barrios populares llegan a la adultez sin las herramientas necesarias para integrarse al mercado laboral. Desde pequeños han convivido con la pobreza y la falta de ingresos, han construido un vínculo precario con la escuela y han estado expuestos a la violencia de las calles, muchas veces único lugar posible de encuentro con sus pares.
La falta de oportunidades afecta negativamente la construcción de expectativas, generando un círculo vicioso en el que no hay de dónde apalancarse para elaborar una narrativa que permita imaginar un futuro mejor y los medios necesarios para alcanzarlo. En la actualidad, pensar y planificar el futuro es un privilegio al que cada vez menos tienen oportunidad de acceder. Para muchos sólo queda sobrellevar el presente, entre la resignación y la frustración, ante una sociedad que les exige más de lo que les ofrece.
Ignorar esta realidad implica desconocer los desafíos que tenemos por delante como sociedad. Es necesario volver a colocar este tema en la agenda de políticas públicas. Sin juventud no hay futuro y sin oportunidades reales no hay ascenso social.