¿El último Censo?

Imaginemos que está corriendo el año 2045: no hay un dato acerca de nuestra vida que el Estado no sepa. Sabe dónde vivimos, dónde trabajamos y cuántos ingresos recibimos. Sabe si estamos conviviendo con otra persona aún cuando no lo hayamos declarado en ninguna institución legal. Sabe si cruzamos mal la calle, enviándonos automáticamente una multa porque fuimos reconocidos por cámaras que cubren cada punto de la ciudad. Y al decir “sabe” nos estamos refiriendo al hecho de que hay una computadora que tiene acceso a una cantidad de datos y a una serie de instrucciones con las que procesa y reproduce la mayor parte de los aspectos de nuestras vidas.

En este mundo de información casi perfecta y procesamiento ilimitado, las políticas públicas se deciden y cambian al instante con el flujo de los datos. Los Censos tradicionales son algo del pasado: reminiscencias de otra época donde la recolección de información implicaba trasladar personas por las ciudades y los pueblos. Pero, ¿qué tan lejos estamos de vivir en una realidad como esta? ¿Podemos prescindir del censista y obtener respuestas por otros medios? ¿Cuántos años de vida le quedan al Censo? Quizás el futuro esté más cerca del presente de lo que imaginamos.

Los Censos son la piedra angular sobre la que se construyen todas las estadísticas de un país. A partir de ellos no solo conocemos a la población total que lo habita, sino también sus condiciones de vida y sus ocupaciones. Como tales, son imprescindibles para los Gobiernos a la hora de tomar decisiones: sin información fiable y precisa estamos a la deriva en muchos aspectos. Esta esencia y este objetivo presente desde el origen de los Censos es algo que no ha cambiado a pesar de sus transformaciones tecnológicas a través del tiempo. En efecto, el Censo es una institución que ha evolucionado a través de los años y que lo continúa haciendo: la edición 2022 en Argentina es la primera que va a contar con la opción de responder sus preguntas online. Entonces, ¿cuáles son los próximos cambios que pueden ocurrir con la forma de recolectar los datos del Censo?

Pensemos por ejemplo en las preguntas habitacionales: Marque por observación el tipo de vivienda es la primera. En este caso, el censista debe evaluar el domicilio en el que está y encuadrarlo dentro de una de las categorías presentes, que van desde casas hasta viviendas rodantes e incluso hay una categoría para personas en situación de calle. Esto es algo que hoy podría llevar a cabo un algoritmo de inteligencia artificial utilizando imágenes satelitales o de frentes residenciales. Un trabajo que ya utiliza este tipo de datos como insumo es el que hicieron científicos de la Universidad de Stanford que, utilizando imágenes de autos en Google Street View, estimaron el ingreso y el nivel educativo de habitantes de distintos barrios de Estados Unidos.

Siguiendo con la segunda pregunta del cuestionario acerca de la presencia de personas en la vivienda, a la hora de responder el censista depende forzosamente de que alguien atienda su llamado. Pero, ¿no contamos ya con la inteligencia artificial que nos indique si alguien reside en un hogar, independientemente de que abra su puerta o no? Por cuestiones de seguridad y privacidad esta es información de la que el censista no puede disponer, pero la presencia de celulares o computadoras activos en la casa (o lavarropas, lámparas inteligentes o cualquier dispositivo conectado a wifi) la tiene registrada, y es una compañía de telefonía o de conectividad que puede disponer de ella.

Otra opción posible que ayuda a actualizar los Censos con mayor frecuencia es incorporar datos ya recolectados por otras encuestas o registros administrativos de manera de obtener indicadores que el gobierno ya tiene a disposición. Según un estudio encargado por la oficina del Censo de Estados Unidos, un 90% o más de la población de ese país puede ser identificada en la mayoría de las variables actuales del cuestionario con información administrativa. Varios son los países que utilizan estos datos para complementar al Censo tradicional, algunos inclusive utilizan únicamente esta fuente. Tal es el caso de Suecia en la estimación de sus estadísticas de población: están completamente basadas en los registros de la Agencia de Recaudación Sueca. En efecto, el último Censo tradicional que se llevó a cabo en el país nórdico tuvo lugar en 1990, cosa que no le impide publicar estadísticas poblacionales mensuales con un retraso de tan solo un par de meses.

Lo cierto es que el costo de llevar adelante un Censo y la posibilidad de contar con información fiable en períodos de tiempo más cortos hacen atractiva la exploración de nuevas fuentes de datos para conocer el estado de la Nación. Estas alternativas pueden cambiar la forma en que se recolectan los datos de los Censos, pero no tienen por qué modificar su esencia y sus propósitos. De aplicarse cualquiera de estos cambios deberemos velar por que las preguntas y la cobertura que conseguimos actualmente de manera presencial permanezcan intactas. Esto implicaría un futuro trabajo de análisis de la representatividad de los datos, así como de su privacidad, un tema no menor y que es necesario plantear. Los Censos fueron originalmente anónimos, y esta es una característica que debe mantenerse en futuras ediciones. La tarea de los censistas del futuro estará más asociada a estas actividades que al ir puerta por puerta .

Estamos muy lejos de llegar a ese 2045 de datos ilimitados y de determinación on demand de políticas públicas: cualquier futuro con respecto al uso y a la gestión está por hacerse. Por lo pronto, contamos con los Censos como herramientas para conocer dónde estamos parados como país. Pero no olvidemos que esto por sí solo no implica que la toma de decisiones sea automáticamente mejor: detrás de cada análisis y resolución encontramos personas que eligieron tomar esos caminos con los datos que tenían a disposición. Y no olvidemos, sobre todo, que el Censo que completemos este 18 de mayo no va a ser un cuestionario más: nuestras respuestas van a moldear la toma de decisiones que se hagan a lo largo de la siguiente década.

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