Argentina necesita volver a crecer. En las últimas décadas quedó claro que la estabilidad macroeconómica es necesaria, pero por sí sola no alcanza. Hay cerca de 200 países en el mundo. Más de 150 son estables, pero cuando hablamos de desarrollo, la lista se achica: sólo unos 40 califican.
El estancamiento de nuestro país no sólo es producto de la mala macroeconomía. Es también producto de una matriz productiva fragmentada, poco compleja y cerrada al mundo.
El pobre dinamismo de la economía argentina afectó la generación de empleo de calidad y limitó el horizonte de bienestar: la informalidad laboral actual es mayor a la de los años ‘80 y el salario real medio es 13% menor a la de los 70. Las consecuencias son visibles en la vida cotidiana: menos oportunidades, trayectorias laborales más inestables y obstáculos para quienes intentan impulsar iniciativas productivas desde distintos territorios del país.
Hoy los países vuelven a poner el énfasis en las políticas de desarrollo productivo y no es casualidad. Argentina tiene que hacerlo también. Sin un rumbo político ni un norte claro, no vamos a alcanzar el desarrollo que soñamos.
Un desarrollo productivo complejo. Las economías complejas crecen más rápido, generan mejores empleos y con ello amplían las posibilidades de bienestar, autonomía y proyección para más personas.
Un desarrollo en relación con el mundo. Exportar genera divisas, aumenta la productividad, hace más sostenible la balanza de pagos, mejora el crecimiento potencial y también el bienestar, en tanto fortalece las capacidades locales para competir, crear y conectar.
Un desarrollo verde. Si no atendemos la cuestión ambiental corre riesgo la producción y también las exportaciones en un mundo que mira cada vez más el cuidado del planeta como requisito para comerciar. Y, claro, porque la degradación del ambiente afecta el bienestar de las personas y limita las condiciones de vida de las comunidades que lo habitan y lo sostienen.
El desarrollo sostenible no existe en el vacío: necesita estabilidad macroeconómica para atraer inversión, políticas de bienestar que garanticen que el crecimiento llegue a todas las personas y un Estado capaz de apalancar y dirigir los esfuerzos hacia el horizonte deseado. Estos son nuestros desafíos.