La IA ya llegó, la política todavía no. Sin una planificación de Estado, la IA nos va a dejar atrás, no sólo a los ciudadanos: al país. Escribimos este manifiesto para señalar los vacíos, los caminos a evitar y las oportunidades que se nos escapan. Seis puntos para fundar consensos.
El impacto de la IA depende de con qué propósito se desarrolla, cómo se adopta y cómo se regula. El debate actual oscila entre el entusiasmo ingenuo y el escepticismo paralizante.
La IA de la ciencia ficción monopoliza la atención y no discutimos lo que más debería importarnos: la IA ya existente y sus impactos en el trabajo, la producción, la educación y nuestra vida cotidiana.
Mientras se fantasea con inteligencias artificiales superhumanas, la IA real ya moldea nuestras sociedades, amplificando desigualdades o creando oportunidades. La IA es mucho más que Chat GPT y los modelos de lenguaje son mucho más que chatbots.
Para tener discusiones realistas lo primero es visibilizar la diversidad de técnicas. Los ejemplos en Argentina se multiplican: desde empresas del agro que usan visión por computadora y algoritmos para detección de plagas, hasta empresas petroleras que se apoyan en realidad aumentada para la formación de trabajadores en entornos controlados, pasando por el uso de modelos con deep learning para analizar lesiones en el sector de la salud.
Necesitamos otra conversación: una que hable de IA para el desarrollo. Una IA que sirva para aumentar la productividad, crecer y competir internacionalmente. Para tener más trabajo de calidad y calificado. Para construir un ecosistema tecnológico que aporte valor agregado a la economía.
La política de IA en Argentina brilla por su ausencia. La velocidad de los cambios tecnológicos contrasta con la inacción del gobierno. Las últimas tres administraciones ignoraron o contradijeron las iniciativas de sus predecesores y no avanzaron en estrategias que potencien el rol de la IA en el desarrollo. El gobierno actual hasta ahora se dedicó solamente a destruir capacidades científicas y de formación. La tecnología acelera, el mundo reacciona, Argentina mira.
Queremos que la producción argentina compita internacionalmente. Si no incorporamos IA perdemos ventaja. La adopción de IA avanza rápidamente, pero lo hace de manera profundamente heterogénea, segmentada y desigual. Eso es porque hay empresas y trabajadores que tienen más capacidades y recursos que otras para adoptar nuevas tecnologías.
La competencia de mercado y la curiosidad de las personas son vectores fundamentales de la adopción masiva de la IA, pero no alcanzan para difundir esta tecnología en su máximo potencial. El sector privado, en forma desarticulada, no va a poder solo.
La IA puede aumentar la productividad económica si existe un ecosistema y acciones coordinadas. El Estado debe influir en la velocidad y el rumbo de la adopción tecnológica. No alcanza con poner reglas claras e invertir en I+D. Necesitamos una estrategia activa para la incorporación de IA en el aparato productivo.
Creemos que es necesario un centro que funcione como la primera autoridad en IA en Argentina y que sea responsable de implementar la estrategia nacional de IA. Un centro que oriente a las empresas en sus posibles usos. Que ataque sus barreras de implementación. Que las asista para mitigar riesgos. Que sirva como referencia técnica para aquellas empresas que no puedan financiar equipos propios. Que funcione como catalizador de la innovación.
La revolución tecnológica avanza a un ritmo e intensidad sin precedentes, impactando en la producción y el trabajo. Pero no todas las ocupaciones tienen el mismo grado de exposición.
Cuando hablamos de automatización, es más adecuado hablar de tareas laborales que de puestos de trabajo. Si hablamos de empleos es más conveniente hablar de aumentación que de reemplazo.
Creemos que la IA puede potenciar el trabajo, pero si no promovemos políticas de formación profesional y reconversión productiva, aumentará la desigualdad entre quienes tengan capacidades digitales y quienes no.
Tenemos que diseñar herramientas para la reconversión productiva de las empresas y la formación profesional de los trabajadores.
El diálogo social es el ámbito para la construcción de una transición digital negociada e inclusiva en los lugares de trabajo. Los sindicatos y las cámaras empresarias tienen que crear espacios de diálogo sobre el impacto de la tecnología en la productividad, los salarios y las calificaciones. Y este diálogo debe ser coordinado y no fragmentado.
En lo inmediato, tenemos capacidades para proveer infraestructura tecnológica (que incluye, también, conectividad y energía además de poder de cómputo). Pero también contamos con el potencial para insertarnos en eslabones de mayor valor agregado en la cadena.
La competencia geopolítica por la IA ya empezó. No podemos sentarnos a ver cómo corren los otros. Estamos quedando atrás incluso en nuestra región.
Argentina está más que lista para correr esta carrera. Tenemos ecosistemas profesionales, investigadores de primer nivel, una industria de software muy relevante, más de una docena de unicornios, un sistema emprendedor pujante, un sector de energía atómica sobresaliente, empresas de tecnología relevantes a nivel mundial.
Si alguien dice que sólo podemos proveer insumos básicos, miente o desconoce el potencial que tenemos.
No es casualidad que Argentina haya dado lugar a empresas tecnológicas relevantes. No es casualidad que Argentina haya tenido la primera computadora científica de Latinoamérica. Hubo políticas que fomentaron este desarrollo tecnológico. Es importante aprender de los errores y aciertos para este nuevo desafío.
Hoy tenemos stock de capacidades para desarrollar y adoptar IA gracias a la universidad pública y gratuita y a centros de investigación que han desarrollado conocimiento de frontera. Pero eso es stock, no flujo.
Si Argentina no genera nuevas capacidades, este capital se agota. Si no aumenta la inversión en formación de investigadores y en proyectos de investigación esta ventaja se va a acabar y nuestro país va a quedar muy rezagado.
Construir la plataforma para ese ecosistema no es tarea de una empresa. Es tarea del Estado.
La IA necesita reglas claras que garanticen derechos fundamentales.
No es cierto que toda regulación inhibe la innovación y dificulta su desarrollo. Es menos riesgoso para una empresa funcionar con regulaciones simples y razonables. Las capacidades regulatorias son un componente esencial de cualquier ecosistema de innovación pujante.
Creemos que la regulación es deseable, pero no cualquiera: deben regularse los usos de IA, no la tecnología en sí. Los algoritmos no tienen responsabilidad. Ante la generación de un daño por un algoritmo, siempre deberán responder todas las personas responsables.
Nos preocupan los abusos y la opacidad de la gestión algorítmica, los deepfakes que manipulan la opinión pública o estafan personas. Los malos usos de la IA atraviesan campos que van desde la salud y la justicia hasta la educación y la seguridad. Si no reconocemos y respondemos a esos riesgos la IA va a traer injusticia y desigualdades, no desarrollo.
La IA puede ayudar a informar a la ciudadanía, optimizar recursos, agilizar procedimientos y respaldar la toma de decisiones públicas. Para eso, el Estado tiene que estar digitalizado.
La IA sin datos no existe. Es absurdo hablar de implementación de sistemas de IA y no hablar de tener datos de calidad.
El Estado argentino arrastra una deuda tecnológica. En muchos trámites, el Estado todavía pide documentación que ya debería tener digitalizada. Muchos organismos públicos aún almacenan sus datos en cajas de expedientes de papel o cuadernos.
Para promover la IA en el Estado necesitamos una estrategia de datos abiertos, de calidad, interoperables, accesibles, seguros y cuidados.
Hasta ahora, se han hecho esfuerzos fragmentados e intermitentes. Todas las administraciones de los últimos 10 años, incluyendo la actual, anunciaron acciones que no llegaron a implementarse, o tuvieron un desarrollo breve antes de ser abandonadas.
La investigación detrás del manifiesto
Investigamos, implementamos y publicamos sobre la relación de la IA con distintas dimensiones del Estado. Su rol en la educación, una guía para una implementación ética en el Estado, o su uso en los procesos judiciales.
Estudiamos los sesgos en los modelos de lenguaje generativo. Y también usamos la IA para hacer muchas cosas, como un estudio sobre las estructuras del Estado o una investigación sobre todos los informes del Fondo Monetario Internacional sobre Argentina desde 2000 hasta la actualidad.
Queremos que estos trabajos se conviertan en realidad. Para eso necesitamos reglas claras que le den a la IA la oportunidad de ser protagonista del desarrollo argentino.