Argentina podría ser una marca internacional en software, como ya lo es en otros productos. Esto no ocurrirá de manera automática. El desarrollo de la nueva generación de empresas de software requiere una política pública orientada a financiar su potencial latente. No alcanza con medidas orientadas a reducir los costos de operación o aumentar la disponibilidad de recursos humanos. Se trata de pensar una nueva agenda con sintonía más fina a sus necesidades y desafíos. Implica, por un lado, repensar a futuro el régimen de promoción sectorial vigente y, por el otro, implementar paquetes de medidas que lo complementen.
Ilustración: Micaela Nanni.
Un nuevo mapa de ideas para pensar la industria del software
Argentina puede proponerse hoy que un universo mucho más amplio de empresas de software y servicios informáticos logre especializarse y, con ello, insertarse internacionalmente en segmentos de alto valor agregado, potenciando a mediano plazo las exportaciones intensivas en talento.
El país cuenta con ventajas comparativas. Nacieron más unicornios acá que en otros países de ingresos medios comparables. Desarrollar una marca de “Software de Argentina” puede contribuir a que los actores del mercado global entiendan que esta inusual tasa de natalidad de empresas líderes está asociada a aspectos que distinguen a nuestro país de otros del Sur Global; y ayudaría a las empresas nacientes a ganar mercados.
Esto exige un nuevo mapa de ideas. Cambiar el marco con el cual interpretamos qué ocurre hoy con la industria de software en Argentina y cuáles son los futuros posibles que se abren a partir del potencial que ya tiene. Esta nueva guía, que necesariamente se construye entre actores privados y públicos, permitirá dejar de hacer más de lo mismo y poner en marcha una agenda innovadora de políticas sectoriales.
Aun si el desarreglo macroeconómico actual y la histórica volatilidad institucional y regulatoria nacional reducen la probabilidad de éxito de cualquier acción de política pública, no es razón para demorar el diseño de una agenda público-privada consistente para el sector de software, cuya implementación podría tener impacto si el país alcanzara la estabilidad política y económica en el futuro cercano.
Régimen de promoción sectorial
Muchos países tienen esquemas impositivos orientados a reducir los costos de operación, atraer inversiones y fomentar el crecimiento del sector como una plataforma de exportación. Sin embargo, debemos preguntarnos si el régimen local no es —en definitiva— un parche para paliar eventuales distorsiones (cambiarias y tributarias, entre otras) que las empresas que operan en Argentina enfrentan en relación con sus competidores globales.
A veinte años de la creación del régimen de promoción sectorial —primero vigente bajo la Ley de Promoción del Software (2004-2019) y luego bajo la Ley de Economía del Conocimiento (2019-2029)— resulta imprescindible rediseñar el régimen con una perspectiva estratégica orientada a promover actividades con mayor valor agregado a fin de desarrollar ventajas comparativas incipientes. Ello implica considerar al menos cuatro aspectos.
Cuatro aspectos para pensar cómo seguir
Primero, es importante que el régimen cuente con mejores condicionalidades. Es decir, es necesario que la permanencia para las empresas beneficiarias esté sujeta al logro de objetivos, más ambiciosos que los actualmente presentes en la LEC. Sobre todo, pensando en las empresas más grandes, algunas de las cuales tienen presencia en múltiples países y levantan grandes inversiones de capital.
Segundo, es clave repensar cómo mejorar el alcance de los beneficios del régimen. Por un lado, hacia empresas de menor tamaño. Por otro lado, hacia empresas orientadas a desarrollar productos para sectores exportadores dinámicos (como los vinculados a los recursos naturales o a la industria manufacturera asociada a la exportación). El camino más probable hacia una inserción internacional especializada es desarrollar productos de software para sectores donde Argentina ya es altamente competitiva y que eso sirva como campo de prueba y primer portafolio de clientes para luego salir al mundo.
Tercero, en esta línea, varios países con los que competimos están avanzando en mecanismos de coinversión y en la creación de fondos de fondos. Y sería beneficioso que el régimen tenga un mayor involucramiento de los privados que conocen el sector y las oportunidades que tienen las empresas.
Cuarto y último, el rediseño del régimen debe ser acompañado por mecanismos de transparencia adecuados que provean información sobre su cobertura, su funcionamiento y sus resultados. Por ejemplo: quiénes son sus beneficiarios, la cantidad de años de permanencia en el régimen y los montos recibidos.
Generar políticas complementarias en cuatro áreas principales
Tan importante como repensar el régimen de promoción que se encuadra en la Ley de Economía del Conocimiento (vigente hasta 2029) es implementar medidas que lo complementen. Políticas que permitan que una misma empresa pueda desarrollar distintas capacidades que acompañen su evolución y crecimiento. Ponemos el foco en cuatro dimensiones clave: financiamiento, internacionalización, vinculación con el entramado productivo, y formación y capacitación.
Financiar empresas de alta incertidumbre y alto potencial
Sin una mejora en la disponibilidad y en el acceso al capital orientado a fomentar el crecimiento de largo plazo de las empresas nacientes es improbable que cualquier avance en otra dimensión tenga un efecto significativo sobre el conjunto.
Financiar empresas de alta incertidumbre y alto potencial como las de software y puntualmente las de producto no es algo que pueda lograrse por la vía bancaria. Es necesario, por lo tanto, sacar el foco de las herramientas crediticias y ponerlo en los mercados de capitales. Pasar a una estrategia de fortalecer la capacidad casi artesanal del Estado para diseñar y sostener el entramado institucional que a su vez crea y regula los mercados.
Consideramos importante que los actores privados —y no el Estado directamente— tengan el papel protagónico en el financiamiento de la inversión, pero, aun cuando se propicie generar “más mercado”, se necesitan más reglas —no menos—, más y mejor capacidad regulatoria.
Conocer los mercados de destino y los posibles clientes internacionales
Una pieza central del nuevo mapa de ideas debería ser la jerarquización y focalización de la agenda de políticas de internacionalización. Cambiar de paradigma en esta dimensión implica trabajar para que la agencia nacional y las agencias subnacionales dedicadas a la internacionalización de las empresas argentinas se fortalezcan para adquirir expertise sectorial sobre software.
Conocer los mercados de destino y los posibles clientes internacionales para el software desarrollado en nuestro país no es una tarea que pueda dejarse enteramente al mercado: requiere instituciones estatales capaces, que no sean generalistas en el objetivo exportador, sino que entiendan las particularidades de esta industria específica. Cada año que el país deja pasar sin fortalecer y brindar expertise sectorial implica una enorme pérdida de exportaciones potenciales.
Aumentar la integración con el entramado productivo nacional
Cambiar de paradigma supone también pensar que, tal como se hace con la política industrial orientada al desarrollo de proveedores locales para otras cadenas productivas, puede haber política focalizada en generar eslabonamientos productivos para el sector del software.
Esa política industrial, con sus incentivos para aumentar la integración nacional y la proporción de componentes nacionales en los productos finales, no debe tener una lógica “mercado internista”. Debemos salir de una mentalidad de sustitución de importaciones: no se trata de que se importe menos software del exterior, sino de colaborar para que las empresas nacientes de software argentinas puedan tener su primer campo de experimentación y cartera de clientes a nivel local para luego, desde allí, buscar su inserción internacional.
Promover la formación de equipos capacitados
Las políticas de formación y capacitación para el sector típicamente han tenido como target incorporar decenas de miles de nuevos programadores “genéricos” al mercado laboral. Si bien esas acciones contribuyen al crecimiento del sector y ofrecen valiosas oportunidades para las personas que así se capacitan, este tipo de intervenciones reproducen la mentalidad de Argentina como productora de soluciones basadas en los eslabones menos sofisticados.
Para promover la formación de equipos capacitados, como los que estas empresas de tercera generación necesitan, consideramos que hay que efectuar dos movimientos. Primero, diagnosticar cuellos de botella de perfiles específicos requeridos y poner allí el foco del esfuerzo de un sistema de formación y capacitación público-privado. Es decir, salir de la tendencia a formar generalistas e involucrar al sector privado en la gestión y financiamiento del sistema de formación.
Segundo, poner en marcha políticas para acompañar a los equipos de fundadores de startups de software y fortalecer sus capacidades de desarrollar negocios exportadores. Muchas empresas emergentes con alto potencial están constituidas por equipos con saberes técnicos de nivel mundial, pero con déficit de competencias empresariales. La intervención pública focalizada en este sentido puede tener allí un alto impacto a bajo costo para el Estado.