Argentina es uno de los pocos países del mundo que produce de manera local cada uno de los eslabones de la cadena textil-indumentaria. Sí, como escuchaste: acá se trabajan materias primas, como algodón o lana, se hacen hilos y telas, se cose ropa y también se comercializa. ¿Cómo es cada una de esas etapas? Cuatro infografías con todo lo que necesitás saber sobre el proceso de producción de la ropa.
A diferencia de una gran cantidad de países, Argentina posee producción local en casi toda la cadena de valor textil-indumentaria: en los eslabones primarios, donde se produce fibra de algodón, de ovejas y de camélidos; y en los industriales, que fabrican hilados y tejidos listos para confeccionar prendas destinadas al comercio. La cadena mantiene una fuerte presencia regional en los eslabones primarios y en el textil, mientras que la confección de ropa y su comercialización se concentran mayoritariamente en el Gran Buenos Aires. Salvo las fibras, el resto de los productos se destinan casi exclusivamente al mercado local, siendo el textil una industria dependiente del consumo argentino.
La cadena textil-indumentaria
Los eslabones primarios de la cadena implican la producción local de algodón y lana de ovejas y camélidos. El primer eslabón industrial propiamente dicho es el textil, que engloba a las actividades relacionadas a la producción de insumos: el procesamiento de las fibras, la producción de hilados, la elaboración de tejidos así como su teñido y su acabado.
A continuación, el eslabón industrial de fabricación de indumentaria incluye las tareas de confección de las prendas: el diseño, la moldería, el corte de las telas, la costura de las partes y la colocación de los distintos avíos (cierres, botones, hebillas, entre otros). Por último, la comercialización (tanto mayorista como minorista) constituye la última etapa de la cadena de valor para que los productos lleguen a los consumidores finales.
Obtener fibras
Las fibras utilizadas para textiles se pueden clasificar en tres grandes grupos según su orígen: naturales (sean animales o vegetales), sintéticas (fabricadas a partir de derivados del petróleo) o artificiales (por transformación química de productos naturales como la celulosa). Históricamente las fibras más utilizadas fueron las naturales, pero desde la década de 1950 las sintéticas ganaron participación y actualmente representan el 60% de las fibras textiles utilizadas.
En Argentina, se producen fibras naturales. Hay muy poca capacidad local de producir fibras sintéticas y artificiales, por ello su abastecimiento es mayoritariamente importado. La producción primaria de algodón se concentra en el Norte del país: en Santiago del Estero (58%) y Chaco (30%), seguidas muy atrás por Santa Fe (7%), Salta (3%) y San Luis (2%). La producción de lana se desarrolla sobre todo en el sur: en Chubut (25%) y Santa Cruz (17,5%), Buenos Aires (14,5%), Corrientes (8,4%) y Río Negro (8%). Ambas producciones se destinan tanto al mercado externo como a abastecer la industria local. Estos son de los pocos productos de la cadena de valor que se exportan con facilidad: el 95% de la producción de lana se destina a otros países.
El sector textil exporta un promedio de 500 millones de dólares anuales (menos del 1% del total de exportaciones). El 90% de esas exportaciones son materias primas textiles como algodón y lana: productos primarios con escaso valor agregado. Por otro lado, ante la marcada insuficiencia de producción nacional de fibras e hilados sintéticos y artificiales, las importaciones de dichos insumos son esenciales. En suma, la cadena es sumamente deficitaria en su comercio exterior.
Elaborar hilos
El hilado implica retorcer varias fibras cortas para unirlas y producir una hebra continua más resistente. Este proceso constituye el segundo eslabón de la cadena de valor y el primero del segmento industrial para el caso de las fibras naturales (el segundo para las fibras sintéticas y artificiales).
Las hilanderías nacionales se ubican cerca de la materia prima (Chaco, Corrientes, Tucumán) o en las provincias donde hubo regímenes de promoción industrial (La Rioja, Catamarca).
Es una actividad intensiva en capital y en energía. Se utilizan máquinas de gran tamaño y sumamente costosas (10 millones de dólares) que funcionan las 24 horas del día, durante los 7 días de la semana, procesando millones de kilos por año. Como se requieren inversiones millonarias para montar una fábrica, el eslabón hilandero es el más concentrado de toda la cadena de valor. En la actualidad, las 12 empresas hilanderas más grandes concentran casi la totalidad de la producción.
Fabricar telas
Las máquinas tejedoras combinan una gran cantidad de hilos para formar una única pieza de tela. Los tejidos resultantes se suelen clasificar en tres grandes variedades según la técnica de procesamiento utilizada: de punto (los más frecuentes en indumentaria, utilizados en ropa informal, interior y deportiva), planos (usados en jeans, sastrería y camisería) y las telas no tejidas (de uso industrial y para higiene personal). En general, las telas salen de las máquinas en color crudo y se deben realizar procesamientos adicionales (acabado) para brindarles color, estampado y otras características.
Las tejedurías tienen una distribución geográfica relativamente federal, con establecimientos en Chaco, San Juan, Corrientes y Tucumán, aunque existe una mayor concentración en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Muchas hilanderías tienen sus propias tejedurías integradas. Por ese motivo, algunas no venden hilado, sino sólo tejidos.
Al igual que el segmento hilandero, la tejeduría es una actividad capital intensiva. Como las maquinarias utilizadas poseen un tamaño relativamente inferior a las hilanderas —y requieren en promedio un sexto del espacio (1000 m2)— la inversión inicial también resulta menor (1 millón de dólares). La actividad posee menores barreras de entrada, motivo por el cual existe una mayor cantidad de empresas que producen telas en comparación con el segmento hilandero.
Confeccionar ropa
La fabricación de indumentaria requiere realizar una serie de actividades productivas concatenadas. Primero se diseñan las prendas, luego se realiza la moldería de las distintas partes, se enciman las telas y se dibuja sobre ellas una tizada, luego se cortan las telas y se cosen entre sí para obtener las prendas.
Este proceso está muy poco automatizado. Por eso, a diferencia de lo que ocurre con las hilanderías y las tejedurías, la confección de la ropa genera una gran cantidad de empleo por unidad de producto.
Las máquinas utilizadas resultan relativamente económicas (2000 dólares) y en un pequeño espacio físico es posible montar un taller de costura (50 m2). Las reducidas barreras de entrada llevan a que este eslabón sea el más atomizado de la cadena. Y los fabricantes suelen tener un escaso poder de negociación dada la gran competencia existente, lo que deriva en bajos ingresos y deficientes condiciones laborales.
El eslabón confeccionista está mucho más concentrado en el AMBA. En efecto, alrededor del 80% de las fábricas y talleres de confección de prendas del país se concentran en esta región, polo mayorista que abastece a toda Argentina. Prácticamente la totalidad de la confección local se destina al mercado interno, a excepción de algunos nichos como medias (la marca Nike exporta medias deportivas cuya producción terceriza en la empresa confeccionista local Derwill, que es la principal exportadora de ropa del país) y prendas de algunas marcas premium.
Comercializar prendas
En Argentina, la compra y venta minorista de ropa se realiza a través de una amplia variedad de comercios. En la venta minorista, si bien existen algunas grandes marcas internacionales y cadenas, ninguna concentra una porción significativa del mercado en cuanto a cantidades. Se integra de un heterogéneo grupo de comercios que venden sus prendas a consumidores de diversos ingresos: desde marcas prémium en centros comerciales, a puestos en “saladitas” a lo ancho del país.
La venta mayorista se concentra en Buenos Aires, alrededor de dos grandes circuitos: Flores y La Salada, que abastecen de prendas a comercios minoristas nacionales. Ambos tuvieron su nacimiento y crecimiento durante la década de 1990 y, con el tiempo, ganaron protagonismo frente al antiguo circuito de Once.
El eslabón de comercialización emplea a 223.000 personas. Un trabajo que se caracteriza por tener una alta informalidad, bajos ingresos y hacerse por cuenta propia.