IA generativa

Inteligencia artificial generativa: una cuestión política

En las últimas semanas se habló sobre el uso de inteligencia artificial generativa. El chatGPT3 para textos o Dall-e y Stability para imágenes, la IA generativa tiene un gran potencial para transformar la manera en que se produce y consume contenido. Ahora bien, esta tecnología trae consigo amenazas y desafíos, sobre todo si pensamos en el posible impacto en los sistemas democráticos. Fake news, desinformación, trolls colapsando sistemas de comunicación oficiales. 

Qué es cada cosa, qué están haciendo los Estados en el mundo y propuestas para trabajar el tema en  Argentina.

IA generativa: quién es quién (o qué es qué)

¿Qué es IA generativa?

Son modelos de inteligencia artificial que permiten «producir» cosas. No solo reconocen un texto o reaccionan frente a una imagen, sino que generan cosas que no existían antes. Por lo general se entrenan con cientos o miles de millones de ejemplos: textos escritos por humanos (disponibles en internet), imágenes, dibujos o fotos. Luego las combinan y modifican en formas difíciles de predecir.

¿Qué es GPT y chatGPT? 

Son los modelos de lenguaje más modernos y exitosos que generan textos y mantienen conversaciones. No son perfectos, pero son muy buenos y sus textos muchas veces no pueden distinguirse de los creados por personas. Por ejemplo, uno puede pedirle «escribí por favor un cuento de menos de 1000 caracteres cuyos personajes sean un mamut y un canario y que haya un objeto mágico» .

Se habla de GPT-3 porque el modelo GPT va por la versión 3, pero ya se está trabajando en la 4. El Chat GPT permite además conversar con el modelo.

texto creado por IA generativa

¿Qué es la generación de imágenes?

Son modelos que, en base a una descripción, crean una imagen. En general están entrenados con cientos o miles de millones de imágenes ya existentes en la web. Por ejemplo, podemos pedirle «un pato de madera sentado frente a un escritorio con orejas de Mickey, en estilo art nouveau».

IA generativa

Un caso particular son las «deep fakes». Modelos avanzados que se usan sobre videos o fotos para modificar la cara, gestos y hasta posición corporal de una personas para simular que es otra. Hay muchos videos de gente famosa en situaciones extrañas que es muy difícil reconocer que son trucados. Esta tecnología puede usarse para simular la voz de una persona y conseguir grabaciones impostadas diciendo cualquier cosa. 

Los peligros de la IA generativa

Una de las preocupaciones más recurrentes sobre el uso de modelos generativos es su impacto en los sistemas democrático. Para entender el alcance y por qué esto es algo que puede afectarnos en Argentina, van algunos ejemplos que podrían pasar:

  1. DoNotPay es una startup que usa modelos de IA para responder y discutir multas. Tiene un costo muy bajo porque lo hace el sistema y no necesitan personas expertas. En diciembre de 2022 inició su primer juicio, el primero en la historia defendido por una IA. Supongamos que se usa un modelo basado en GPT u otros similares que ingresan 50000 demandas, correctas, bien escritas, en un día: podría hacer colapsar el sistema judicial. Se podría pensar que la Justicia podría responder a estas demandas con otros modelos, pero para eso hace falta un sistema judicial moderno, con la tecnología y procesos necesarios para poder hacerlo. El sistema debería estar preparado para esto, sin mencionar que es muy difícil reconocer si un escrito lo hizo o no una persona.
  2. Se hace una propuesta de regulación y frente a ella se piden comentarios o se realizan audiencias. Es posible que un sistema de IA generativa haga cientos de miles de comentarios a una regulación: cartas de lectores, publicaciones en redes, todas las plataformas se inundan de miles y miles de mensajes creados con un costo alcanzable. Cada comentario tiene sentido en sí mismo y es diferente al anterior, no son copias ni fáciles de reconocer. En Estados Unidos pasó algo similar con  una propuesta de regulación de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC).
  3. Aparece un video de una legisladora recibiendo una coima y comentando cómo va a cambiar su voto. Se vuelve viral pero más tarde se descubre que era un video generado con IA. Al final la verdad se sabe, pero hay personas que  no ven las desmentidas o siguen desconfiando, o se generan dudas sobre la integridad de la legisladora.
  4. Se usa IA para identificar actores relevantes para una ley y para bombardearlos con mensajes sobre el tema en distintas plataformas: aplicaciones, cuando abran el mail, etc. Es decir, en un país donde no hay reglas para el lobby, hacer lobby automático.
  5. Un político hace una publicación en redes. Recibe 500 comentarios refutando lo que dice, todos distintos, todos generados por IA que citan fuentes y lo incitan a discutir. En la marea de mensajes, se pierden los comentarios reales. 
  6. Un municipio tiene un canal de chat para atender a ciudadanos a donde recibe pedidos y conversaciones que pasan por el sistema de respuesta automática y entretienen a todos sus empleados online con preguntas y charlas, dejando afuera a los humanos que de verdad necesitan realizar un trámite.

 

Más allá de los casos ficticios, ya hoy aparecen problemas, como el uso de GPT para hacer trabajos para revistas, tesis o proyectos para universidades, todos muy difíciles de reconocer. Algunos colegios, universidades y revistas están «prohibiendo» el uso de GPT, con todas las dificultades que esto trae. También hay publicidades que usan los «deep fakes» para simular voces o incluso imágenes de personas famosas, aunque por lo general indican que se trata de simulaciones.

¿Censurar o regular?

Entonces, ¿hay que regular? Cada vez hay más pedidos para regular la IA generativa, en particular en lo relacionado con la creación de fake news, la desinformación y su impacto en la política. Sin embargo, no es tan fácil. 

Al comienzo se apelaba a la responsabilidad del publicador, pero en redes es cualquiera, es anónimo, o desaparece. Las personas consumen cada vez más esas fuentes que son muy difíciles de identificar. 

El otro problema gira en torno a la definición de fake news. Si las regulamos ¿qué son? ¿Quién las define? El riesgo de caer en la censura es muy grande y no solo de parte de los Estados: las plataformas también pueden tomar decisiones arbitrarias.

¿Qué respuestas posibles tienen los Estados frente a la desinformación y a la difusión de fake news?

 

¿Qué están haciendo los países del mundo?

Entre los dos extremos, los países que no respetan la libertad de prensa aprovechan la situación para reforzar los controles y aumentar la censura. Por otro lado, en los casos donde se privilegia la libertad de expresión sobre el posible daño social del mal uso de estas tecnologías se están empezando a preguntar si no es necesario limitar de alguna manera estas situaciones.

Por ejemplo, en Bahrein una persona puede ser arrestada por publicar información falsa en redes sociales. En Myanmar hay una ley que prohíbe la difusión de «información incorrecta que pueda alarmar a la audiencia».

El Centro de Comunicaciones de Omán hizo una serie de talleres de buenas prácticas para lidiar con rumores y fake news, destinados a funcionarios de distintos niveles. Además, están preparando una guía para combatir la desinformación.

China tiene una de las leyes más estrictas del mundo: es un crimen crear o difundir rumores que «quiebren el orden social y económico». Las redes sociales solo pueden compartir links a medios oficiales registrados y hay una app en la que las personas pueden reportar potenciales fake news. Solo hace falta decir que algo que publica alguien es una «fake new» y la persona queda alcanzada por diferentes penas y la información debe bajarse. 

La Unión Europea está trabajando sobre el tema hace tiempo y su acción más reciente es el el Digital Services Act que apunta a esta dirección. También crearon un Comité Especial sobre Intervención Extranjera en procesos democráticos, incluyendo desinformación. El comité hizo recomendaciones de medidas para combatir la difusión de fake news, como por ejemplo prohibir los canales de propaganda rusa, aumentar los fondos para medios de comunicación independientes o prevenir que actores extranjeros contraten  ex-políticos de alto nivel. 

Existen diferentes opciones en el mundo para hacer frente al avance de la desinformación: no se puede no hacer nada, pero tampoco es cuestión de hacer cualquier cosa.

IA generativa

Un camino posible para regular la IA generativa en Argentina

En Argentina todavía no estamos ni pensando en el tema, lo cual es un gran problema. Donde el Estado no regula, regula el mercado, y dejar que las plataformas lo hagan solas ya no es una opción. Las leyes e infraestructura que hoy existen ya no alcanzan. Sin embargo, las salidas poco reflexivas pueden abrir el camino a la censura, lo que no es un riesgo menor.

El abuso regulatorio no solo puede venir de la mano de los gobiernos: las plataformas pueden tomar decisiones arbitrarias invocando el concepto de fake news. Para evitarlo, es fundamental revisar el concepto y analizar los diferentes casos, cuándo se trata de información manipulada o de errores, cuando es información no confirmada o puntos de vista, por poner algunos ejemplos.

Por otra parte, las plataformas no pueden seguir amparándose en “el contenido es del usuario”: hay casos en los que pueden responder a la manipulación usando las mismas tecnologías que generan las fake news. Por ejemplo, además de eliminar contenido y cuentas, pueden etiquetar el contenido y curarlo como cualquier agregador periodístico tradicional. Es fundamental exigir responsabilidad a las plataformas por lo que publican o, al menos, exigir curación de contenidos. 

Muchos países están reforzando sus leyes de protección digital y de protección de datos y discutiendo la responsabilidad de las plataformas. Argentina tiene una ley vieja, limitada e inadecuada para la situación actual. Hay una propuesta de ley para cambiarla, pero  muchos actores la consideran insuficiente y frenaron su tratamiento. 

Argentina necesita una Ley de protección de datos y avanzar en temas de protección digital, no podemos tener una ley obsoleta e incompleta. Que no haya una propuesta perfecta no es razón para que no exista ninguna.

Ahora bien, hay dos soluciones posibles. Avanzar con regulaciones parciales o armar una ley global de servicios digitales. Las primeras tienen el riesgo de generar fragmentación, un corpus extenso y poco claro de normas que pueden llegar a superponerse. Una única ley en un tema tan complejo y dinámico puede ser muy difícil de acordar, por lo que hay muchas posibilidades de que su aprobación se retrase. Una propuesta superadora es coordinar una hoja de ruta que permita incorporar regulaciones de manera escalonada a medida que haya acuerdo, para así construir sobre los primeros consensos. 

El Estado Argentino necesita generar capacidades en temas de tecnología y de uso de IA. Esto implica ofrecer trayectorias interesantes para personas capacitadas en estos temas: concursos y carreras que no dependan del gobierno de turno y que permitan proyectar a largo plazo. Hoy quienes tienen esas herramientas están saliendo, no ingresando al Estado. Por otro lado, es fundamental cambiar de mentalidad. Incorporar tecnología no es solo comprar equipos y contratar a un par de personas: hay que considerar la infraestructura, los procesos y el marco regulatorio. Tener sistemas modernos y adecuados es parte fundamental de la modernización y automatización de procesos. Sin mejorar procesos, el cambio no se produce. 

No hay una “bala de plata” para matar al monstruo creado por la IA generativa. La solución es multidimensional. No alcanza con decir «las plataformas tienen que hacerse cargo» o “hay que regular toda la IA”. La alfabetización digital de la ciudadanía y de quienes toman decisiones también es fundamental para así lograr aprovechar al máximo el potencial que trae el uso de esta tecnología.

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