La aplicación de la biotecnología a la agricultura tiene un gran potencial en términos económicos, sociales y ambientales. Es una actividad capaz de generar insumos (semillas, fertilizantes, inoculantes) con impacto sobre la productividad y sustentabilidad agrícola. A su vez, puede aportar a una estrategia de diversificación económica mediante la promoción de eslabonamientos desde la agricultura hacia otros sectores.
En este contexto, el trigo HB4, propiedad de la empresa Bioceres, se erige como un ejemplo de innovación que marca un camino posible para esta estrategia en Argentina. Frente a la reciente aprobación en Brasil de la harina proveniente del trigo transgénico HB4, nos proponemos a continuación hacer un recorrido sobre nociones elementales, implicancias —económicas, sociales, ambientales—, desafíos y oportunidades que se abren con este desarrollo nacional.
¿Qué es el trigo HB4?
El trigo HB4 es uno de los dos eventos transgénicos (junto con la soja HB4) desarrollados a partir de la tecnología HB4, que permite obtener semillas con mayores rendimientos en condiciones de estrés hídrico, es decir más tolerantes a la sequía. Además, la tecnología incorpora resistencia al herbicida glufosinato de amonio, un elemento que es criticado por algunos sectores (más abajo nos extenderemos sobre este punto).
La tecnología HB4 se basa en un descubrimiento realizado por científicos del CONICET de un gen que en el girasol tiene como función activar los mecanismos de respuesta ante el estrés abiótico (agua y sales) y biótico (otros organismos). Mediante la transgénesis, este gen fue introducido al trigo y la soja, dotándolas de una tolerancia superior a períodos de sequía y haciendo que tengan un rinde mayor en zonas secas (Gamba y Mocciaro, 2018).
Se trata de un desarrollo pionero a nivel mundial y constituye un caso paradigmático de la potencialidad de las capacidades científico-tecnológicas locales en tanto es el resultado de una colaboración público-privada entre la empresa de biotecnología agrícola Bioceres y el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (Universidad Nacional del Litoral–CONICET), por el grupo a cargo de la Dra. Raquel Chan.
¿Cómo surge el trigo HB4 y qué nos dice sobre los determinantes de la innovación?
El evento HB4 es un caso que evidencia la existencia de enormes capacidades locales en materia de agrobiotecnología, el rol decisivo que tiene el sistema de ciencia y técnica, y la importancia de la inversión pública en investigación y desarrollo. El desarrollo es el resultado de la convergencia de múltiples esfuerzos: a) una participación decisiva de investigadores del sistema científico público; b) un compromiso del sector privado que patentó en los orígenes esta tecnología e invirtió en su escalado y aprobación asumiendo riesgos; y c) el rol decisivo del financiamiento estatal.
La investigación que resultó en el trigo HB4 comenzó en el año 1995 y fue llevada adelante por un equipo especializado en el estudio de la respuesta de las plantas al estrés hídrico. El desarrollo fue patentado en el año 2003 por Bioceres, como parte del proceso de vinculación tecnológica entre la empresa, la Universidad Nacional del Litoral y el CONICET. Se instrumentó a través de la firma de acuerdos de desarrollo tecnológico con el sector público, a través de los cuales Bioceres se hacía responsable de la coordinación general, la financiación y la gestión de la propiedad intelectual de proyectos de investigación básica en estado avanzado con potencial comercial. (Pellegrini, 2013; Giacobbe, 2011; Girard, 2020).
Bioceres surge en 2001 como iniciativa de un grupo de productores agropecuarios que conocían las amplias capacidades del sistema científico-técnico argentino y notaban la dificultad que tenía para transformar ese conocimiento en innovaciones con impacto en la producción (Girard, 2020), lo cual redundaba en una gran dependencia del país respecto de empresas transnacionales.
Una actividad basada en ciencia como la biotecnología, que implica riesgos de fracaso muy altos y procesos de investigación prolongados, la inversión estatal es un factor fundamental. En ese sentido, es relevante destacar la importancia de la continuidad en el apoyo a esta tecnología desde el financiamiento público, sostenida en diferentes gestiones gubernamentales. Bioceres recibió subsidios en forma de Aportes No Reembolsables (ANRs) del Ministerio de Ciencia Tecnología y Tecnología (Mincyt) entre 2005 y 2012. Desde 2008 la empresa recibió entre 7 y 10 subsidios por año destinados a diferentes proyectos, cada uno de los cuales significó una suma entre 100 y 200 mil dólares1.
¿Por qué es importante para la Argentina?
El trigo HB4 se presenta como un desarrollo con amplia potencialidad para:
La generación de capacidades locales que contribuyan a la diversificación de la estructura productiva y el avance en materia de soberanía tecnológica en un mercado altamente concentrado. Con respecto al desarrollo de capacidades locales, la tecnología HB4 es un ejemplo de innovación que marca un camino posible para la promoción de eslabonamientos desde el agro hacia actividades intensivas en conocimiento como la biotecnología. Bajo esta perspectiva, Bioceres es una de las excepciones exitosas de empresas locales en un sector en el que Argentina tiene tantas ventajas como potencial desaprovechado para diversificar su economía.
En relación con la soberanía tecnológica, el desarrollo cobra particular relevancia por tratarse de una tecnología de frontera nacional en un escenario en donde, de los 62 eventos transgénicos aprobados en nuestro país, solamente 3 son de origen local (la papa resistente al virus PVY, la soja HB4 y el trigo HB4). A su vez, este logro se inserta en un panorama internacional en el cual cuatro megaempresas —Corteva Agrisciences, Syngenta Group, Bayer Cropscience y BASF— concentran casi el 75% del mercado global de insumos agropecuarios. Hablamos de empresas que tienen ventajas gracias a su gran inversión en I+D, pero también a sus recursos financieros y regulatorios. El financiamiento resulta decisivo en un sector en donde existe un gran riesgo de fracaso y un largo período de tiempo desde las fases de desarrollo experimental hasta encontrar el producto buscado —lo que en los estudios de de innovación se conoce como “valle de la muerte”—, a lo que se suman los altos costos regulatorios, de patentamiento y aprobación comercial, que operan como una barrera de entrada para empresas locales. La necesidad de desarrollar tecnologías locales se vuelve más importante considerando el escenario de concentración y proliferación de patentes de productos y herramientas biotecnológicas.
¿Cuál es el motivo por el cual la desregulación del HB4 demora tanto? ¿Por qué es importante la aprobación de Brasil?
La desregulación de un evento transgénico es un proceso costoso y de plazos largos: su aprobación requiere que se evalúen sus efectos sobre el ambiente, la salud humana, y el comercio exterior. Para este último son determinantes las decisiones respecto a la aprobación comercial del desarrollo por parte de los principales compradores de trigo y soja argentinos en el mercado internacional (en el caso del trigo el principal importador es Brasil, y en el de la soja, China). Si estos socios comerciales no lo aprueban, existe un riesgo muy alto de que la comercialización local del desarrollo afecte negativamente las exportaciones agrícolas del país. Es por este motivo también que, como puntualizamos más abajo, existe resistencia a la aprobación del trigo HB4 por parte de productores y empresas de la cadena de comercialización de trigo, preocupados por la reacción de sus compradores a esta nueva tecnología.
Para decidir sobre la comercialización de esta tecnología, el Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca (MAGyP) recibe el asesoramiento de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), encargada de supervisar la bioseguridad, del SENASA, que conduce estudios toxicológicos y de seguridad que buscan asegurar la inocuidad de los cultivos sobre la salud humana, y de la Dirección de Mercados Agrícolas, que analiza el impacto económico sobre el comercio nacional.
En octubre de 2015, el trigo HB4 fue aprobado por la CONABIA y el SENASA, al considerarse “cumplidos todos los requisitos regulatorios exigidos”2. Sin embargo, en esa ocasión la Dirección de Mercados Agrícolas no ratificó la decisión de estos organismos. Recién en octubre de 2020 la Subsecretaría de Mercados Agropecuarios comunicó a través de la Resolución Nº 41/2020 que la licencia del evento quedaba supeditada a la aprobación de Brasil, por ser el principal comprador internacional de trigo argentino. Se estableció que Bioceres debería abstenerse de comercializar esa variedad de trigo hasta tanto no se obtuviera la licencia del país vecino. Finalmente, el jueves 11 de noviembre de 2021 se conoció la aprobación en Brasil de la harina proveniente del trigo transgénico HB4 por parte de la Comisión Técnica Nacional de Bioseguridad (CTNBio) —ente encargado de autorizar los organismos genéticamente modificados para su comercialización y uso en todo el territorio brasileño—. Si bien la aprobación de la harina no autoriza la comercialización del grano constituye una instancia estratégica para la firma, tanto por la influencia que la CTNBio tiene sobre otros organismos regulatorios de países latinoamericanos como por el precedente que sienta para la potencial futura aprobación del trigo HB4.
¿Cuáles podrían ser los impactos productivos de su aprobación?
En términos de su impacto productivo, de acuerdo con pronósticos de la empresa, la introducción del trigo HB4 implicaría un aumento en la productividad del sector agrícola, por lo tanto con potencial para incrementar las exportaciones. De acuerdo con los resultados de las 36 pruebas a campo realizadas entre 2009 y 2019 publicados por Bioceres, el trigo HB4 tolera períodos de estrés de mayor duración sin detener la acumulación de biomasa, mejorando la estabilidad del cultivo y aumentando el rendimiento hasta un 40%3. En el contexto del cambio climático y desde una perspectiva global, una tecnología de este tipo haría posible la agricultura en zonas que, por sus características climáticas intrínsecas en la actualidad —o por el avance de las consecuencias del calentamiento global, en un futuro—, ven dificultada su viabilidad, contribuyendo así a la seguridad alimentaria y el desarrollo económico.
Sin embargo, productores e integrantes de la cadena de comercialización del trigo alertan sobre la posible pérdida de mercados externos y tienen reparos en relación con la falta de consultas a representantes de la cadena del trigo. Las bolsas de cereales y comercio de Buenos Aires, Bahía Blanca, Córdoba, Rosario, Entre Ríos, Chaco y Santa Fe, así como los industriales molineros, Confederaciones Rurales Argentinas, Federación Agraria y Coninagro manifestaron su preocupación en torno a la habilitación atada al aval brasileño, en tanto este no es el único mercado de exportación. En particular, las entidades hicieron alusión a la potencial pérdida de mercados de países del sudeste asiático, en donde el trigo transgénico tampoco está aprobado. Asimismo, señalaban que incluso en el caso de que fuera aprobado en Brasil, no estaba garantizada la voluntad de los molineros a comprarlo y existía el riesgo de que se comercializara a un precio menor, como los trigos considerados de menor calidad.
¿Cuáles son las posturas en materia ambiental?
Este desarrollo ha despertado desconfianza y críticas por parte de consumidores, organizaciones no gubernamentales y miembros de la comunidad científica. Uno de los motivos es la resistencia al “glufosinato de amonio”, un herbicida de amplio espectro cuya aplicación fue prohibida en la Unión Europea desde 20134. Las críticas parten del nivel elevado de toxicidad del herbicida, los crecientes índices de utilización de herbicidas en Argentina por la multiplicación de malezas resistentes (INTA, 2017), y la escasa fiscalización que el Estado hace de su aplicación. En este contexto, se argumenta que la aprobación del trigo HB4 tendrá efectos negativos sobre la salud de las poblaciones rurales y periurbanas, y sobre el ambiente, profundizando al mismo tiempo la dependencia a los agroquímicos y la resistencia de las malezas a su uso.
Los defensores de la tecnología señalan en cambio una serie de ventajas ambientales de esta tecnología. La Dra. Raquel Chan argumenta que, como actualmente en Argentina la soja es el cultivo predominante, los buenos rindes de este cultivo hacen que los productores puedan dejar libre el campo durante el invierno. Eso genera que al comienzo de la siembra se vuelva necesaria la aplicación de una gran cantidad de herbicidas para combatir las malezas crecidas durante el período sin producción (barbecho químico). Si, en cambio, el trigo HB4 fuera utilizado como un cultivo de rotación durante el invierno —en zonas donde no puede ser cultivado en el presente por sus características climáticas— se reduciría el uso de herbicidas. Además, por su capacidad de sostener rendimientos en climas adversos y de sequía —escenario que se verá profundizado por el cambio climático— la incorporación del HB4 redundaría en un menor consumo de agua y mayor fijación de dióxido de carbono en el suelo.
Más allá de estas visiones antagónicas, debe destacarse que, si bien la implementación del trigo HB4 no implica per se el uso de glufosinato de amonio, la desconfianza social es atendible por el contexto de escasez de estudios sistemáticos e información pública sobre el impacto de los agroquímicos en la salud y el ambiente en Argentina. La promoción estatal de estas tecnologías no puede estar escindida de la generación de información y estudios sobre su impacto ambiental y en la salud. Además, por supuesto, de su regulación y fiscalización.
¿Cuáles son las implicancias y aprendizajes para la política productiva y de innovación?
Desde una mirada prospectiva, resulta necesario dar un debate sobre la efectividad de las herramientas y criterios con los cuales se seleccionan empresas y tecnologías en la promoción pública de la ciencia, la tecnología y la innovación, en pos de dotar a los esfuerzos de inversión del Estado de una visión estratégica de largo plazo. La evolución de este desarrollo tecnológico plantea una serie de aprendizajes y desafíos para las políticas de desarrollo productivo e innovación, que resumimos en cuatro puntos: el rol de la inversión pública en I+D; la articulación público-privada y los mecanismos de vinculación tecnológica; la incorporación de la dimensión ambiental a la política productiva; y la coordinación estratégica de los instrumentos de política.
En primer lugar, el evento HB4 prueba la existencia de enormes capacidades locales en el sector agrobiotecnológico y el rol destacado de la inversión pública en I+D. Que los aportes del sistema científico público hayan contribuido a que una empresa nacional compita en la frontera tecnológica evidencia la relevancia de la inversión pública en I+D para generar tecnologías en el desarrollo económico y productivo del país. Deja claro que, para fortalecer las capacidades de innovación, es indispensable aumentar la inversión en I+D, que hoy se encuentra en niveles inferiores a los que tienen países de ingreso per cápita similar a la Argentina, y muy por debajo de los países más innovadores y desarrollados. Corroborada la enorme potencialidad de investigadores de instituciones públicas, que recibieron un apoyo determinante por parte del Estado, vale la pena también preguntarse de cara al futuro cuáles son las trayectorias posibles, sus riesgos y beneficios, y qué tipo de tecnologías se va a apoyar desde la políticas públicas.
En segunda instancia es un caso que muestra la importancia de la articulación público-privada y los mecanismos de vinculación tecnológica, dos pilares decisivos para lograr este tipo de desarrollos que posibilitan la promoción de eslabonamientos desde el agro hacia actividades intensivas en conocimiento. Durante todo el proceso se dieron múltiples vinculaciones entre los productores agropecuarios que formaron Bioceres, inversores privados, investigadores del sistema público de ciencia y tecnología, y funcionarios a cargo de la política de promoción científico-tecnológica. Cada uno de ellos cumplió un rol indispensable en el desarrollo del HB4, aportando capacidades científicas, financiamiento, conocimiento de las necesidades de la producción agrícola o expertise regulatorio, entre otros. Esta articulación logró sortear una de las principales limitaciones de la innovación en Argentina, que es la débil vinculación entre el sistema científico y el productivo.
Otro de los desafíos es que una política estratégica de promoción de biotecnología deberá atender la creciente importancia que cobra la dimensión ambiental de la producción del agro, en términos de trazabilidad y sostenibilidad. Por un lado, el sector enfrenta incipientes desafíos comerciales en el plano internacional, vinculados a un contexto de mayor acción climática y ambiental —pautas de etiquetado de huella ambiental, potenciales requerimientos o barreras de acceso a mercados basados en criterios climáticos, cambios en las dietas globales—. Por otro, en el plano local, los efectos ambientales adversos del paquete tecnológico de semillas transgénicas resistentes a agroquímicos exigen ser atendidos —degradación de suelos, resistencia de malezas e insectos a herbicidas y plaguicidas, la afectación de la salud humana y la biodiversidad por excesiva o mala aplicación de agroquímicos— entre otros.
La agrobiotecnología tiene herramientas para aportar en la consecución de algunos de los objetivos sociales y ambientales. Ejemplo de ello son los bioinsumos, una alternativa más sustentable al uso de agroquímicos convencionales, que se erigen como un segmento prometedor para el cual existen capacidades del sistema científico tecnológico nacional. Asimismo, la edición génica representa una oportunidad sustantiva para el desarrollo de genotipos mejorados que incrementen la productividad y generen desarrollos de mayor calidad nutricional e industrial.
Por último, la complejidad del caso refleja la necesidad de pensar instancias de coordinación estratégica para la promoción de la biotecnología. En lo que respecta a la biotecnología agrícola en particular, la ausencia de una instancia jerárquica coordinadora específicamente enfocada en esta actividad dificulta una planificación estratégica. Uno de los principales desafíos consiste en balancear objetivos diversos y potencialmente contradictorios, que van desde promover la producción y las exportaciones agrícolas, a desarrollar capacidades locales en biotecnología, atraer inversión extranjera, hasta proteger la salud y el ambiente. Esto implica contemplar los intereses y las visiones de un gran número de actores diversos, incluyendo universidades y centros de investigación, agencias regulatorias, agencias de financiamiento, agrónomos, productores agrícolas, comercializadores, entre otros. La tracción de esta agenda y la realización de su potencial tiene más posibilidades de ser exitosa si se da a partir de un ente institucional que tenga jerarquía política y recursos financieros que estén a la altura de la complejidad y ambición de los objetivos. Este debería ser una instancia de coordinación que provea coherencia y armonice las diferentes políticas y herramientas de promoción del Estado, direccionando estratégica y asertivamente aquellos desarrollos innovadores que se desea promover. Complementariamente, y dada la oposición al trigo HB4 por parte de la cadena triguera y sectores de la sociedad civil, este organismo debería incorporar la noción de que la promoción de estas tecnologías no debe estar escindida de la generación de información y estudios sobre su impacto ambiental y en la salud (además de la regulación y el enforcement). El desafío es importante si tenemos en cuenta que uno de los déficits recurrentes de la política pública en Argentina es la débil coordinación entre las distintas áreas de intervención e instrumentos vinculada con la fragmentación de las responsabilidades institucionales y la dispersión de los organismos de ejecución de I+D.
El aporte del sector agrobiotecnológico a la diversificación de la economía argentina mediante la promoción de eslabonamientos desde la agricultura hacia actividades intensivas en conocimiento, y a la consecución de objetivos sociales y ambientales, está supeditado en última instancia a la posibilidad de adoptar un sendero intensivo en políticas públicas que direccione premeditadamente la inversión hacia desarrollos estratégicos. El trigo HB4 es un caso testigo de las capacidades y potencialidad del sector. Que no quede como una excepcionalidad, y que las enseñanzas derivadas del proceso de desarrollo posibiliten su réplica y multiplicación, dependerá de nuestra capacidad como sociedad de generar consensos en torno a la importancia de apoyar estratégicamente estos segmentos.
1: Feeney et al (2016) , Girard (2020).