“La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante”. El politólogo inglés Isaiah Berlin escribió que hay dos clases de personas: los zorros, conocedores de muchas cosas, y los erizos, especialistas en un solo tema del cual han investigado hasta el hartazgo. Los zorros están abiertos a la incertidumbre y a la dispersión mientras que los erizos ven el mundo a través del prisma de la certeza, conociendo algo a un minucioso nivel de profundidad.
En el ámbito de la política pública, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es el erizo. Se especializa en la erradicación de la desigualdad de género y actúa desde allí con su conocimiento específico. Pero sería injusto cargarlo con la responsabilidad de cambiar toda una situación de segregación acumulada desde hace siglos. Necesita de la diversidad que caracteriza al zorro, y ahí entran las agencias que introducen el género de manera transversal en otras áreas de incidencia pública.
En los últimos años, con la jerarquización de los espacios de género en el Estado, se ha puesto el foco en el accionar del Ministerio de las Mujeres como vara para medir la efectividad de la política pública feminista. La persistencia del machismo, la violencia en razón del género y todas las formas de discriminación no desaparecen de un momento a otro a partir de la creación de un Ministerio. Esta exigencia inusitada no tiene en cuenta la multidimensionalidad del problema, la cantidad de actores que intervienen y las desigualdades estructurales sobre las cuales hay que emprender la tarea.
Todo esto hace necesario que la labor del Ministerio se haga en conjunto con una red de agencias estatales que, desde sus carteras específicas, actúen con el mismo objetivo. La necesidad de estos espacios transversales tiene un costado alentador: cualquier persona que imparta política pública desde allí tiene en sus manos la posibilidad de reducir la desigualdad de género. La contracara de esto es que, si no pone en valor todo el potencial transformador de una política pública feminista e innovadora, la desigualdad de género puede aumentar. Y esto puede suceder más allá de las buenas intenciones.
La guía estratégica del Ministerio de las Mujeres, así como la capacidad de transversalizar la perspectiva de género desde áreas específicas en los diferentes ámbitos de diseño de política pública, ya se está dando en espacios estratégicos. Hace poco se anunció el Proyecto de Ley “Cuidar en Igualdad”, que crea el derecho a recibir y dar cuidados haciendo énfasis en que son largamente más las mujeres que se encargan de este tipo de trabajos: es necesario redistribuirlos.
La política fue diseñada en conjunto entre el Ministerio de las Mujeres, el Ministerio de Trabajo y la ANSES, con la guía del primero y el conocimiento específico de los otros dos. Para transversalizar necesitamos eso: la definición de metas estratégicas por parte del Ministerio de Mujeres y la participación decisiva de las áreas que tienen influencia sobre los temas tratados desde una perspectiva de género.
La inclusión de personas no gestantes, monotributistas y autónomas en el proyecto de “Cuidar en Igualdad”, por ejemplo, muestra cómo las políticas pueden pensarse teniendo en cuenta las diferencias entre mujeres (y varones) según su modalidad de empleo, nivel socioeconómico o incluso su identidad de género. Las políticas no tienen el mismo impacto por género ni cuando se miran las diferencias entre las mismas mujeres que viven realidades y contextos diferentes.
La construcción de las institucionalidades de género en los últimos años fue clave para el diseño de política pública desde este foco transformador. Los planes del Ministerio de las Mujeres son hitos destacables en este recorrido.
Para eliminar la desigualdad de género hace falta innovar en las formas de intervenir en la sociedad. Que todos los ámbitos de política contemplen el género en sus acciones puede ser un camino a seguir. El Ministerio ha sido un primer paso necesario para comenzar, pero no puede hacerlo todo y, bajo ningún punto de vista, solucionará la discriminación en razón del género por su propio accionar.
El Estado incluye ambos ejemplos de aproximación al género en el diseño de políticas públicas: el foco del erizo y la diversidad de los zorros. La convivencia entre ambos transforma la igualdad de género en algo posible, pero no fácil, en tanto requiere compromiso político, coordinación, herramientas eficientes y, sobre todo, imaginación para abordar los problemas. Cerremos esta columna, entonces, recordando la buena noticia de que la transversalización de género sea imprescindible: cualquier persona que haga política pública tiene, en sus manos, el poder de reducir la desigualdad de género.