Una revisión de la literatura local sobre género, organización comunitaria y liderazgos en el conurbano bonaerense

A partir de la década de 1970, Argentina experimentó una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que impactaron en su estructura social y, como parte de ella, en la participación de las mujeres en la vida pública barrial. El proceso de desindustrialización, producto de las políticas aplicadas durante la última dictadura militar, y la destrucción de la matriz productiva nacional dieron pie al deterioro de las condiciones de trabajo y de vida. Altas tasas de desempleo, un crecimiento sostenido de la informalidad y nuevas formas de precarización laboral se vieron acompañadas de altos grados de concentración de pobreza, falta de servicios, déficits en infraestructura, alta densidad poblacional y escasez de ingresos.

En este contexto de marginación, desocupación y subocupación, las mujeres tienen una participación mayor en la vida comunitaria, en especial en actividades como la gestión de programas sociales, la atención en comedores y merenderos y la conformación de espacios de cuidado infantil. No solo ocupan un nuevo lugar en la sociedad, también lo hacen en la academia. Las mujeres líderes de organizaciones comunitarias comienzan a ser objeto de estudio de la investigación social.

Este trabajo hace una revisión de la literatura local sobre el rol de las mujeres en el trabajo barrial-comunitario en el conurbano bonaerense. A partir del análisis de dieciséis textos publicados entre 2002 y 2021, caracteriza la participación femenina en la vida pública barrial, al mismo tiempo que describe un estado de la cuestión. Identifica y comenta los estudios que han dado visibilidad a las mujeres como actrices centrales en el ámbito familiar, barrial-comunitario y político. Señala las dimensiones que quienes han estudiado el tema consideran como factores determinantes. Y define baches temáticos y desafíos a abordar en futuros análisis.

¿Qué sabemos entonces acerca del lugar que ocupan las mujeres en los barrios del conurbano bonaerense? Dividimos los hallazgos en tres grandes temas: su participación en la organización de la vida comunitaria, su poder político y la agenda feminista.

En cuanto a la organización de la vida comunitaria, los artículos analizados coinciden en señalar el rol protagónico de las mujeres en la gestión de la crisis alimentaria y asistencial. Por un lado, la mayoría de las organizaciones comunitarias que surgieron en el Gran Buenos Aires durante la década de 1990, lo hicieron a partir de la organización de las mujeres para la provisión de alimentos en el contexto de la hiperinflación de 1989. Por otro lado, dada la necesidad de los hogares de sectores más vulnerables de aumentar ingresos (que implicó la salida de las mujeres del ámbito doméstico al mercado de trabajo) y la falta de oferta estatal de guarderías, empiezan a aparecer nuevas formas asociativas de cuidado infantil, en las cuales las mujeres tienen un rol central. No obstante, el trabajo de las mujeres líderes comunitarias en los sectores populares se encuentra atravesado por la división sexual del trabajo que reviste fuertes rasgos de maternalización. Un sesgo de feminización en el que la participación de las mujeres es interpretada como un rasgo natural por parte de quienes diseñan las políticas, y termina convirtiéndose en un mecanismo de gestión que explota las capacidades de cuidado ofrecidas por las mujeres en el ámbito comunitario.

En lo que respecta al poder, la división es clara: los varones son los encargados de “la política”, mientras que las mujeres protagonizan su dimensión “social”. Son las mediadoras entre la burocracia estatal y los barrios, y funcionan como agentes claves e instrumentadoras para la implementación de políticas sociales en su territorio. Sin embargo, este rol no se traduce en poder político ni en mayor representación en cargos jerárquicos. Más allá de que los estudios revelan sentidos de mayor autonomía y poder de decisión por parte de ellas, esta invisibilización limita sus posibilidades de acumular poder territorial-político. Tampoco suele tener esta labor un reconocimiento material o económico, de modo tal que el Estado puede terminar contribuyendo a reproducir la división sexual del trabajo, donde el trabajo social de cuidados continúa recayendo en las mujeres y siendo mayormente no remunerado.

Finalmente, son pocos los estudios encontrados que abordan las diferentes formas que adquiere la lucha feminista en organizaciones políticas o comunitarias. En las experiencias analizadas, se observa que son mujeres las que presionan por incluir demandas en sus organizaciones y que lo hacen a partir de la conformación de grupos al interior de ellas, promoviendo espacios de intercambio y talleres formativos para sus integrantes. Sin embargo, se advierte que las demandas por mayor participación o las problemáticas que se abordan en estos espacios podían correr el riesgo de quedar aisladas del movimiento y de las organizaciones e identificadas como “cosas de mujeres”.

La revisión presentada hasta aquí nos permite sostener que, tras dos décadas de producción, el campo de estudio sobre mujeres, trabajo comunitario y participación política está en desarrollo, es dinámico y requiere de actualizaciones y nuevas dimensiones de análisis que acompañen los cambios del contexto sociohistórico que atraviesan las agendas de género desde 2015. A su vez, estas preguntas y estudios propuestos pueden servir como hoja de ruta para profundizar en líneas de investigación que vinculen más fuertemente los estudios aplicados con el diseño de políticas públicas.

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