Money, money, money
Always sunny
In the rich man’s world
(“Money, money, money”, ABBA)
El feminismo entró al Estado a los codazos. Una vez adentro, la batalla tiene que persistir con fuerza. Entre las disputas que se presentan, el presupuesto tiene que estar en el centro de la escena. Tanto para que los recortes no se den en políticas de género, como también para apropiarnos del instrumento de planificación que ordena el gasto público. Una y otra batalla van de la mano. Las feministas que insistimos en discutir la inversión pública en la igualdad de género sabemos que la relevancia es técnica y es política. La reciente aprobación del presupuesto 2023 es un momento oportuno para volver a pensar ambas dimensiones.
Dinero para transformar el mundo
En cuanto a la dimensión técnica, es necesario discutir cuáles son las capacidades con las que el Estado cuenta para planificar el camino hacia la igualdad de género: el presupuesto es un instrumento clave en ese sentido. Los objetivos de mediano y largo plazo dialogan con esta ley todos los años y con las intenciones de una gestión, intenciones plasmadas en los valores de las principales variables económicas y en las prioridades de derechos humanos. Es ahí donde está la relevancia de discutir la desigualdad de género en el marco del instrumento más importante para el futuro de las políticas públicas y su financiamiento. El presupuesto con perspectiva de género (PPG) monitorea qué áreas se definen como problema —la violencia de género, por ejemplo— y cuántos recursos disponen las políticas que contribuyen a cerrar las brechas de género. Si el programa ACOMPAÑAR del Ministerio de Mujeres —que otorga apoyo psicológico y asistencia financiera a víctimas de violencia de género— busca asistir a 106.176 personas, la cantidad de dinero tiene que ser coherente con tal fin. Si no, es papel mojado.
La perspectiva de género en el presupuesto es un cambio fundamental en la forma de presupuestar las políticas por varias razones. Vamos con dos. La primera es que fortalece el objetivo de equidad, porque las políticas etiquetadas contribuyen a cerrar brechas de género. La segunda es que tiene efectos positivos en toda la gestión al fomentar el uso de datos para la planificación de políticas y alinear la acción con los objetivos más lejanos.
Hagamos un poquito de historia inmediata. Hasta la llegada del Plan de Igualdad de Oportunidades y Derechos de 2018, no hay alusión a la incorporación de la variable de género en la planificación de políticas del presupuesto. Desde ese momento, se comienza a diagramar el proceso de etiquetar políticas que cierren brechas de género: el resultado fue un presupuesto para 2019 más consistente con ese fin. En 2021 y con una nueva gestión, el mensaje de remisión del presupuesto —la carta que manda el Ejecutivo cuando lo presenta al Congreso— dejaba más claros los esfuerzos por darle relevancia a la igualdad de género como política presupuestaria. La mayor solidez de los argumentos a favor de las políticas que cierren brechas de género es congruente con la mayor cantidad de políticas que contemplan la desigualdad.
Eso nos lleva a las mejoras concretas en términos prácticos que el presupuesto con perspectiva de género podría aportar a todo el aparato presupuestario. Se necesitan más datos, más previsibilidad y más coordinación para usarlos eficazmente. Por ejemplo, las capacitaciones para aprender sobre las nuevas técnicas de PPG —que ya están abiertas a toda la Administración Pública— son mejoras en las capacidades técnicas, tanto en materia de presupuesto como en conocimiento de la desigualdad de género. Además, muchas de las políticas diseñadas con enfoque de género se basan en evidencia de la desigualdad. En Argentina estamos lejos de diseñar políticas basadas en evidencia, pero hay ejemplos concretos de políticas feministas —como el Ingreso Familiar de Emergencia en pandemia— que mejoran las prácticas de planificación, incorporando datos al diseño. Dar la batalla cultural también pasa por cuestionar las lógicas imperantes, sobre todo en instrumentos fundamentales.
Y llegamos a nuestra reivindicación fundamental, la equidad. La que exclama con más fuerza S.O.S. La equidad fundamenta todos los esfuerzos por poner la gestión al servicio de la igualdad de género, el crecimiento y la inclusión social. Si el programa ACOMPAÑAR no tiene los recursos necesarios desde el vamos, los tendrá que disputar: lo que puede leerse como una negociación interna, son en realidad mujeres y personas LGBTI+ que no acceden al beneficio. La equidad es un pilar del desarrollo y la distribución efectiva de recursos es la forma de darle contenido.
Las políticas se activan con voluntad política y con recursos que las respalden
Ninguna dimensión técnica puede funcionar sin atender a una dimensión política. Las buenas políticas públicas existen. Existe la decisión de sostener una política pública o la voluntad de no hacerlo. El presupuesto expresa una determinada relación de fuerzas. En ese sentido, lejos de profundizar en la dirección de mayor perspectiva de género, lo que presenciamos esta semana es un retroceso respecto a esa breve historia inmediata. El presupuesto 2023, recién aprobado, reduce en términos reales el dinero asignado a muchas políticas que abordan la desigualdad de género, como son los gastos derivados del cumplimiento de la Ley Brisa, el derecho a la reparación económica para menores de 21 años víctimas de violencia de género, o el Programa ACOMPAÑAR que mencionamos al principio. Las dimensiones que mayor caída presentan son las de Violencia de Género y Sensibilización y Capacitación en género: golpes a las conquistas que no pasarán desapercibidos.
A este panorama desalentador se suma la actitud de la oposición que por segundo año consecutivo se niega a discutir y llegar a un consenso, restándole importancia al instrumento que ordena los recursos para mejorar la vida de las personas. Amerita otra columna, o amerita todas las columnas que se escribieron y se escribirán al respecto. La gravedad de estos episodios no tapa el texto que se acaba de aprobar: atestiguamos una sanción que en los números y en la realidad significan un ajuste en políticas de género. El Presupuesto tiene que ser una brújula que nos conduzca a más igualdad de género.
Los tres pilares para que una gestión funcione involucran datos para saber qué abordar, planificación para el cómo y dinero para llevarlo a cabo. En momentos donde el norte se desdibuja, tenemos que aferrarnos a lo que ya construimos. La perspectiva de género en el presupuesto se rige por datos, incluye al diseño de las políticas y cuenta cuánta plata hay para reducir la desigualdad de género. En lo político aspira a redistribuir los recursos para mejorar la vida de las personas, y en lo técnico a mejorar la gestión y fortalecer las capacidades del Estado. Es algo que hoy no podemos dejar fuera de juego.
Esta columna fue publicada originalmente en Ámbito Financiero el día 18 de noviembre de 2022.